Durante la jornada de este lunes, el presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump, realizó su visita oficial a Japón con una agenda que combinó protocolo imperial, reafirmación militar y compromisos económicos destinados a reforzar la alianza bilateral frente al creciente peso de China en la región del Indo-Pacífico.
El mandatario fue recibido en el Palacio Imperial de Tokio por el emperador Naruhito, quien le dio la bienvenida en una ceremonia solemne que evocó la visita de Estado de 2019. Trump calificó el encuentro de “un honor inmenso” y subrayó la continuidad del vínculo entre ambos países, independientemente de los cambios de liderazgo político en Tokio o Washington.
La audiencia, de unos treinta minutos, estuvo marcada por los gestos de cortesía y respeto institucional que caracterizan la diplomacia japonesa. Fuentes del Ministerio de Asuntos Exteriores confirmaron que se abordaron temas de cooperación cultural, apoyo a veteranos de guerra y la necesidad de mantener la “estabilidad del orden internacional basado en reglas”.
Una alianza renovada con Sanae Takaichi
El momento político más relevante de la visita fue la reunión con la nueva primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, en la residencia oficial de Akasaka. La mandataria, la primera mujer en ocupar el cargo en la historia moderna del país, destacó junto a Trump una “nueva era dorada” en las relaciones bilaterales.
Ambos líderes firmaron un acuerdo de cooperación sobre minerales críticos y tierras raras, un campo estratégico que busca reducir la dependencia de China en la producción de materiales esenciales para la industria tecnológica, la defensa y la transición energética. “El siglo XXI será de quienes controlen la energía limpia y los recursos estratégicos”, declaró Trump tras la firma. “Japón y Estados Unidos liderarán ese esfuerzo.”
Según datos del Ministerio de Economía nipón, el acuerdo permitirá coordinar exploraciones conjuntas, procesamientos y reservas estratégicas en ambos países, además de establecer incentivos para empresas privadas que operen en territorio estadounidense.
Takaichi, por su parte, reafirmó el compromiso de su gobierno de elevar el gasto de defensa al 2 % del PIB antes de 2027, superando la meta prevista por administraciones anteriores. “Japón no puede depender de la buena voluntad de otros en un mundo cada vez más incierto”, señaló.
El acuerdo también incluye cláusulas de cooperación en inteligencia artificial aplicada a defensa, ciberseguridad y protección de infraestructuras críticas, áreas en las que Tokio busca reforzar su capacidad autónoma sin perder el paraguas de la alianza con Washington.
Durante su estancia en Tokio, el presidente Donald Trump también se reunió con familiares de ciudadanos japoneses secuestrados por agentes norcoreanos en las décadas de 1970 y 1980, un tema profundamente sensible en la sociedad japonesa. El encuentro, celebrado en la residencia del primer ministro, contó con la presencia de la mandataria Sanae Takaichi, quien agradeció al líder estadounidense su “constante apoyo moral y diplomático” en la búsqueda de justicia para las víctimas.
Trump expresó su solidaridad con las familias y aseguró que “Estados Unidos no olvidará a los desaparecidos ni dejará de exigir a Pyongyang su devolución y rendición de cuentas”. Entre los asistentes se encontraba Sakie Yokota, madre de la célebre desaparecida Megumi Yokota, símbolo de este drama humano que sigue marcando las relaciones entre Japón y Corea del Norte.
La visita al portaaviones USS George Washington
Trump y Takaichi se trasladaron al puerto de Yokosuka, donde visitaron el portaaviones estadounidense USS George Washington, buque insignia de la Séptima Flota de EE. UU. estacionada en Japón. Allí, ante cientos de marinos y personal de defensa, el presidente reiteró su compromiso con la seguridad del archipiélago japonés: “Mientras yo sea presidente, ningún enemigo amenazará a Japón sin enfrentar a las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos.”
El evento incluyó un sobrevuelo de cazas F-35B y la presentación conjunta de tropas estadounidenses y de las Fuerzas de Autodefensa japonesas. Observadores militares destacaron el tono de “disuasión directa” hacia China y Corea del Norte, países que en las últimas semanas habían intensificado maniobras militares cerca del mar de Japón.
La visita también permitió anunciar inversiones conjuntas en astilleros y centros de mantenimiento naval, con el objetivo de aumentar la interoperabilidad entre las flotas de ambos países.
Durante su estancia, Trump hizo una visita privada al monumento dedicado al ex primer ministro Shinzo Abe, asesinado en 2022, con quien mantuvo una relación personal estrecha durante su primer mandato.
“Fue un patriota y un visionario. Sin su liderazgo, la alianza entre Estados Unidos y Japón no sería lo que es hoy”, declaró Trump frente al altar conmemorativo. La familia Abe agradeció el gesto y subrayó el “valor simbólico” de la visita, destacando que la relación bilateral trasciende los cambios de gobierno.
El homenaje a Abe funcionó como un puente político hacia la actual administración Takaichi, considerada heredera de la línea conservadora del fallecido líder. Ambos comparten una visión de Japón como potencia militar y tecnológica plenamente integrada en el eje estratégico de Washington.
Contexto regional de las relaciones EEUU y Japón
La gira asiática de Trump, que incluye posteriores reuniones con líderes de Malasia y Corea del Sur, busca consolidar un eje de aliados democráticos frente a la expansión económica y militar de China.
En Tokio, Trump insistió en que su administración mantendrá tarifas compensatorias sobre productos chinos “hasta que Beijing respete las reglas del comercio internacional”. También defendió la decisión de trasladar parte de la producción tecnológica estadounidense a Japón, Vietnam y Tailandia, “donde la confianza es mayor y la seguridad jurídica es real”.
Medios japoneses subrayaron el tono pragmático de la visita: comercio, seguridad y tecnología, tres pilares que guían la estrategia asiática de Trump. Analistas del Nikkei Asian Review apuntaron que Washington pretende también “contener la influencia de Pekín sin romper los lazos económicos regionales que benefician a las empresas estadounidenses”.
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